¡Qué rico estaba el "corte" que despachaba el señor que con una furgoneta/heladería visitaba los barrios! Escuchar el sonido de su claxon y salir disparados de casa en busca de tal delicia o de un helado en cono, era todo uno. Hubo un tiempo, sí, en el que cualquier cosa resultaba sinónimo de acontecimiento. He aquí un ejemplo. En la memoria sentimental habitarán para la eternidad el "corte", aquella furgoneta... En definitiva, los encuentros con la felicidad. ¡Añorada infancia!
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