La venta en España de los tostadores, allá por los sesenta, fue otra atractiva novedad. Dadas las circunstancias económicas, tal invento constituía un lujo para la mayoría de la población. Quien lo compraba podía disfrutar de un placer: el pan recién tostado (ojo al matiz que destaca la publicidad adjunta: "El único que tuesta el pan por las dos caras a la vez"). Por ejemplo, para desayunar. ¡Qué tiempos aquellos en los que incluso la compra de un tostador era un pequeño/gran acontecimiento doméstico!
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