Antiguamente abríamos los ojos por la mañana gracias a "despertadores" como este de la foto. O sea, inolvidables ¡por su sonido! En cuanto el aparato llegaba a la hora programada, era imposible seguir soñando: montaba un escándalo que despertabas... aunque sólo fuera para apagarle. Su eficacia resultaba total. Imagine usted, estimado lector, a los mini-martillos golpeando sin parar las "campanas" hasta que se acabara la cuerda...
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