Antaño, cuando jugando en la calle nos hacíamos una herida, acudíamos a casa para que nos curara mamá. Solía hacerlo aplicando en la parte afectada la famosa "mercromina". Primero, escocía. Después, teñía la piel de color rojo. Dejaba una huella casi indeleble, ya que del rojo pasaba a un tono anaranjado y por último al amarillo. Durante semanas estábamos, pues, señalados. Inolvidables tiempos e inolvidable medicamento, de probada eficacia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario