Este pequeño caballito de madera es un dulce recuerdo de infancia para muchos adultos. Los críos lo pasábamos pipa montando en él y nuestros padres también al vernos sonrientes y encantados. ¡Cabalgábamos con la imaginación! ¡Bendita inocencia! Su balanceo era una sensación novedosa, atractiva. Emociona contemplar hoy juguetes tan sencillos con los que antaño fuimos tan felices.
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