En la infancia, muchos acudimos con mamá a un lavadero. Transportábamos la ropa en el clásico balde de hojalata (¡cuánto pesaba al regresar a casa!). Los lavaderos eran lugares públicos a cielo descubierto (foto) o con tejado. Y territorio de conversación vecinal. El agua, la pastilla de jabón "Lagarto" o "El Chimbo" y el esfuerzo de manos/brazos al frotarlas sobre la piedra, obraban el milagro de higienizar las prendas. ¡Qué tiempos tan duros, aquellos sin lavadora!
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