Sin "olivettis" ni ordenadores, muchos textos se escribían a pluma. O con una sencilla de aquellas que había que mojar en un tintero de la marca "Pelikan" o con estilográfica (foto). La estilográfica, que antaño no quedaba al alcance de cualquier bolsillo, era el no va más de la elegancia. Y sigue siéndolo: aporta un toque de distinción y le añade a la carta que se desea enviar el factor humano. Para la mayoría de ciudadanos, escribir a mano con pluma forma parte de lo que el tiempo se llevó. ¡Lástima! Tiene gran encanto.
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