Algo en lo que hemos mejorado mucho y que, por tanto, no se añora, es en las jeringuillas con las que de niños nos ponían inyecciones. Las del pasado -en la foto adjunta, tres ejemplos- impresionaban de verdad. Y cuando te clavaban la aguja en el culo y empezaba a entrar el líquido... ¡lo que dolía! No resulta extraño, pues, que tantos nos sintiéramos aterrorizados ante su presencia. Las actuales, en cambio, son tan pequeñitas y maravillosas que apenas se nota su acción.
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